Experimentos sociales de ética cuestionable

No todos los experimentos que se han realizado históricamente, al ser analizados bajo los criterios de ética actual serían aceptables. Hoy, Arnoldo Montaño y yo te explicamos 10 experimentos sociales de ética cuestionable.

Para saber de neuromitos en general, te recomendamos:

1. Es posible implantar recuerdos falsos

Elizabeth Loftus comprobó que los recuerdos son maleables. Si se dan ciertas claves o pistas cuando una persona está recordando un suceso, es posible hacer que almacene datos falsos junto con los recuerdos adicionales.

Loftus y sus colegas intentaron implantar un recuerdo en un grupo de sujetos: haberse perdido en un centro comercial a los 5 años.

Primero pidieron a las familias que les contaran experiencias reales de la niñez de los sujetos que estuvieran relacionados ya que se debe partir de la base del recuerdo. El sujeto debe recordar esta base del recuerdo aunque no tenga los detalles más precisos.

Entonces se incluye una interferencia cuando un tercero relata la historia agregando detalles falsos, que el sujeto en cuestión no puede negar o bien pudo no haber observado con atención.

Finalmente cuando el sujeto acepta estos detalles “nuevos” el recuerdo queda modificado.

Los resultados de hacer esto en el experimento fueron que uno de cada cuatro sujetos almacenaba el dato falso, pensando que era un recuerdo real.

Otro experimento que realizó Loftus fue mostrar un video de un accidente automovilístico a un grupo de personas. Luego dividió el grupo en dos, a los primeros se les pidió estimar a qué velocidad habián “chocado” los vehículos, mientras que al segundo se le preguntó a qué velocidad se habían “estrellado” los vehículos.

La connotación en la pregunta es que estrellar es más intenso que chocar. Quienes recibieron la pregunta del vehículo estrellado estimaron mayores velocidades que quienes recibieron la pregunta del coche. También se les preguntó por la cantidad de vidrios rotos y también aquí los que recibieron la pregunta del coche estrellado reportaron más vidrios rotos que el grupo del choque…  aunque en el video esto ni siquiera era visible.

El estrés también modifica los recuerdos, por ejemplo cuando un sujeto es presionado o maltratado físicamente al preguntarle algo… el sujeto puede terminar aceptando genuinamente un recuerdo que nunca estuvo ahí.

El tema de los fallos de memoria puede parecer trivial en situaciones como olvidar un aniversario o muy grave en el caso de testimonios en juicios que llegan a ser perturbados, inclusive inculpando a alguien inocente.

2. El efecto espectador

Una estación de noticias de Orlando llevó a cabo un experimento llamado “la niña desaparecida”. Lo que hicieron fue llenar un centro comercial con carteles de “se busca” de una niña llamada Britney Begonia, con su foto y características.

La niña de 8 años, en realidad estaba sentada cerca de uno de los carteles. El objetivo era observar cómo reaccionaba la gente.

La mayoría de las personas pasaron de largo, muchas no miraron el cartel y otras preguntaron a la niña si estaba bien.

Cuando se le preguntó a la gente posteriormente al respecto. Resulta que solo unos pocos, se dieron cuenta del parecido de Britney con la niña que estaba sentada, pero confesaron que no quisieron involucrarse.

Este experimento vislumbra algo que llaman el “efecto espectador”, que explica hechos como por qué no intervenimos en una pelea en medio de la calle cuando nadie más lo hace

Esta no es la única versión que se ha realizado del experimento. John Darley y Bibb Latané comenzaron a estudiar este fenómeno desde 1968.

En uno de los experimentos hacían que una mujer pidiera ayuda en la calle después de presumiblemente caer, esto sucedía bien con individuos en solitario o estando el individuo en compañía de un extraño.  El 70% de los individuos solos reaccionó ayudando a la mujer, mientras que sólo el 40% de los individuos en presencia de un extraño, reaccionaba ayudándole.

En otro experimento reclutaron voluntarios para responder una encuesta.

Una variante del experimento era dejar al voluntario solo en una habitación y después de un tiempo filtraban humo en dicha habitación y esperaban a ver si el voluntario reportaba el problema.

La otra variante del experimento era tener un grupo de personas en la habitación en lugar de un solo individuo.

El resultado es que cuando era una sola persona, ésta reaccionaba en menor tiempo reportando el problema que cuando era un grupo.

En un tercer experimento, se dejaba a unos sujetos solos en un cuarto y se les decía que podían comunicarse con otros sujetos a través de un intercomunicador. En realidad, sólo estaban escuchando una grabación de radio y se le había dicho que su micrófono estaría apagado hasta que fuera su turno de hablar. Durante la grabación, uno de los sujetos finge repentinamente estar teniendo un ataque. El estudio demostró que el tiempo que se tardaba en avisar al investigador variaba inversamente con respecto al número de sujetos. En algunos casos nunca se llegaba a avisar al investigador.

El análisis de este tipo de reacciones lleva a identificar qué cosas son relevantes para que un individuo reaccione ante una emergencia:

  1. Debe primero entender que algo malo está sucediendo
  2. Interpretar que se trata de una emergencia
  3. Debe sentir cierto nivel de responsabilidad (aquí, cuando hay mucha gente alrededor, el efecto puede “diluirse”)
  4. Debe entender de qué forma ayudar
  5. Actuar

Finalmente, también influye si hay o no una relación entre quien pide ayuda y quien puede ayudar. Si se identifican como parte de un mismo grupo de amigos o familiares, es más probable que se reaccione de manera favorable.

3. ¿Controlar nuestros impulsos es la clave del éxito?

El psicólogo Walter Mischel en los años 70, desarrolló esta prueba para comprobar si el control de nuestros impulsos inmediatos tenía algo que ver con mayor o menor éxito en el futuro.

Reunió a un grupo de niños de cuatro años, comprometiéndose a seguirles la pista durante 14 años para evaluar cómo se desempeñaban con el paso del tiempo.

El experimento consistía en colocar a los niños en frente de un malvavisco, diciéndoles que podían comérselo cuando quisieran. El investigador saldría del cuarto por 15 minutos y si al volver, el malvavisco seguía ahí, les daría como premio un segundo malvavisco.

Esto se llama gratificación retrasada: controlar los deseos inmediatos para lograr un objetivo en el largo plazo.

Los niños que eligieron no esperar y se dejaron llevar por sus impulsos, al ser evaluados tras unos años, mostraron una menor tolerancia a la frustración y menor autoestima. En cambio, el grupo que esperó consiguió más éxito a nivel académico, social y emocional.

Aunque esta interpretación del experimento tiene un “detalle”… te conté el experimento como usualmente se explica… pero se han omitido varios puntos.

Para empezar, nuestra vida no es un malvavisco y el objetivo original de Walter Mischel en realidad era demostrar que podemos ser flexibles si reinterpretamos la situación a nuestro alrededor.

Una niña que no puede esperar medio minuto para comerse dos galletas pequeñas, podría esperar los 15 minutos si le ayudas sugiriendo que imagine que no están ahí, que sólo es una imagen en su mente.

Y justo esta es la parte que se omite usualmente cuando se describe el experimento, el investigador le dio a varios de los niños en el experimento, una serie de estrategias para poder aguantar los 15 minutos de espera, como esto que mencioné antes: imaginar que la golosina no estaba ahí, o que cerraran los ojos. A otros niños no se les recomendó ninguna estrategia.

Y lo que sucedió es que los niños que aprenden mejor a usar este tipo de estrategias es a los que les va mejor en otros aspectos a lo largo de su vida.

En lugar de pensar que un experimento o un incidente determina nuestro éxito futuro en algún aspecto en nuestra vida, podemos de hecho aprender a reinterpretar nuestra lectura de las circunstancias para manejar los efectos que nos ocasiona de mejor manera.

4. Indefensión aprendida

En 1965, Martin Seligman y su equipo utilizaron perritos para probar cómo se podría percibir el control. Los separaron en tres grupos. Al primer grupo sólo los amarraron un tiempo y luego los soltaron. A los perritos del grupo 2 y 3 los trabajaron en pares.

Los perritos del grupo 2 sufrían de choques eléctricos en momentos aleatorios, provocados por los investigadores, el perrito del grupo 2 podía detener esta incomodidad presionando una palanca. Al mismo tiempo que esto ocurría, el perrito del grupo 3 con el que se había asociado el perrito del grupo 2, sufría una descarga eléctrica de la misma intensidad y duración, pero los perritos del grupo 3 no podían hacer nada para evitar el malestar, la palanca que este perrito tenía a su alcance no estaba conectada a nada, de modo que el malestar era aleatorio y no podía hacer nada para detenerlo.

Después los perritos de los grupos 1, 2 y 3 eran puestos a prueba en una cámara de dos compartimentos, esta cámara estaba dividida por una barrera de unas cuantas pulgadas de altura que los perritos podían saltar. En uno de los lados de la cámara los perritos sufrirían descargas eléctricas pero podían evitarlo saltando al otro lado de la cámara. Los perritos de los grupos 1 y 2 aprendieron rápidamente cómo evitar el malestar, pero la mayor parte de los perritos del grupo 3, que aprendieron con anterioridad que no podían hacer nada para evitar este malestar, se agachaban y lloraban.

Hay distintas versiones de este experimento e inclusive hay psicólogos que hacen una analogía respecto a cómo los humanos dejamos de intentar salir adelante de los problemas cuando una y otra vez la injusticia, la impunidad y otros obstáculos sociales nos lo impiden. Sin embargo, actualmente el enfoque en este fenómeno es totalmente opuesto. La percepción de tener control sobre las situaciones en realidad es lo que se aprende o entrena en la vida, aunque no todos la desarrollamos de manera óptima. 

5. Ojos azules contra ojos cafés

En 1968, la profesora Jane Elliott llevó a cabo un experimento con su grupo de niños de 3er grado. Esto sucedió el día siguiente de la noticia del asesinato de Martin Luther King y le preguntó a los niños si querían entender por qué sucedían estas cosas. Los niños estuvieron de acuerdo.

Jane procedió a explicarle a su clase que la diferencia entre el color de ojos, piel y cabello se debía a la presencia de un químico: melanina. Lo cual es cierto..  pero además les dijo una mentira, les dijo que la inteligencia en la gente dependía de la cantidad de melanina que tuviera. Así justificó ante sus estudiantes la postura de que los que tenían ojos café eran más inteligentes que los de ojos azules.

A la hora del almuerzo, Jane se apresuró a comentar a sus colegas docentes cómo habían surgido repentinamente liderazgos académicos entre los niños de ojos café, algunos se veían más felices que nunca… al mismo tiempo, una talentosa niña de ojos azules que no solía cometer errores aritméticos ahora lo hacía.

Se requirió sólo un día de clase para que los niños de color café se volvieran crueles contra sus compañeros, y un sólo día para que los niños de ojos azul dudaran de sus capacidades.

Al terminar el día el grupo recapituló la experiencia, algunos lloraron, muchos se abrazaron y su tarea fue escribir sus reflexiones sobre lo que vivieron y cómo se sintieron.

Algunos niños escribieron que habían pensado dejar de ir a la escuela.

Elliot ha dicho que aunque este ejercicio fue muy duro, fue una forma de inocular ante la discriminación.

De todos los experimentos sociables de ética cuestionable que te hemos contado, este hasta ahora es el más fuerte por su impacto, ¿no crees?

Cabe aclarar que en la actualidad algunos de estos experimentos no podrían realizarse porque todo participante de un experimento debe ser avisado y autorizar su participación consciente. Además, todos los experimentos deben ser aprobados por un comité ético. Básicamente esto implica que no se autorizan experimentos en los que se espera que los participantes resulten de alguna manera dañados por querer colaborar en la construcción de la ciencia.

Referencias de ambos videos

Bandura, A.; Ross, D.; Ross, S. A. (1961). «Transmission of aggression through the imitation of aggressive models». Journal of Abnormal and Social Psychology. 63 (3): 575–582. doi:10.1037/h0045925. PMID 13864605. S2CID 18361226.

Darley, J. M., & Latane, B. (1970). The unresponsive bystander: why doesn’t he help? New York, NY: Appleton Century Crofts.

Maier, Steven F.; Seligman, Martin E. P. (July 2016). «Learned helplessness at fifty: Insights from neuroscience». Psychological Review. 123 (4): 349–367. doi:10.1037/rev0000033. ISSN 1939-1471. PMC 4920136. PMID 27337390.

The ‘Monster Study’ on Stuttering. (2010, July 29). Retrieved from https://www.spring.org.uk/2007/06/monster-study.php

Carli, J. (2018, September 21). Remembrance For Walter Mischel, Psychologist Who Devised The Marshmallow Test. Retrieved from https://www.npr.org/sections/health-shots/2018/09/21/650015068/remembrance-for-walter-mischel-psychologist-who-devised-the-marshmallow-test

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Lesson of a Lifetime. (2005, September 01). Retrieved from https://www.smithsonianmag.com/science-nature/lesson-of-a-lifetime-72754306/

Mcleod, S. The Milgram Shock Experiment. Retrieved from https://www.simplypsychology.org/milgram.html

Mcleod, S. Solomon Asch – Conformity Experiment. Retrieved from https://www.simplypsychology.org/asch-conformity.html

Imágenes con licencia CC usadas

By Rose M. Spielman, PhD – Psychology: OpenStax, p. 519, Fig 14.22, CC BY 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=77570421

Collins, Tudor Washington, 1898-1970, photographer; (Portrait of a dog seated on the grass),

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Portrait_of_a_dog_seated_on_the_grass_(AM_85291-1).jpg

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